Don Luis Antúnez Valerio, con su permiso...
Muy lejos de lo que puede parecer, la pesca de grandes carpas en Andalucía es una actividad que tiene muy pocos seguidores. La razón es sencilla y no es otra que la pequeña talla media que estos peces mantienen en mi región. Después de recorrer la mayoría de embalses andaluces analizando cada palmo de orilla se llega rápidamente a la conclusión de que no es el lugar ideal para grandes peces, por lo que encontrar a algún animal que supere los 7 u 8 kilos es realmente difícil. Aclaro esto para que valoréis la emoción de lo que a continuación os voy a contar.
Era a mediados de primavera, en un día que se preveía espectacular y eso aquí, en el sur, significa que te vas a hartar de luz, sol y cielo azul. Un día perfecto para dar una buena caminata por el campo. Ya había hecho varias salidas las semanas previas, que se caracterizaron por estar de sol a sol andando con la caña en la mano y terminar eslomao, con rozaduras por todas partes y ampollas en los pies, a veces sin dar un solo lance en todo el día. Elegí un embalse que por su nivel permitía caminar con relativa comodidad. Con más agua es un embalse casi imposible y tenía que aprovechar esa circunstancia. Iba dispuesto a saborear al 100x100 la belleza del paisaje, que en este momento desbordaba colorido y vida por doquier.
Salí no demasiado temprano de casa, tranquilo y relajado desde el primer minuto, disfrutando de la conducción y del desayuno en uno de los pueblos serranos que había de camino. Un lujo…
Sobre las 10 de la mañana estaba a pie de embalse. El agua era un auténtico plato y no se atisbaba demasiada actividad, lo que me resultaba absolutamente irrelevante. Mientras me alejaba del coche a buen ritmo fui alternando algunas fotos con la búsqueda de setas, sin perder de vista lo que sucedía dentro del agua. De los peces poco que decir. Ni un solo lance en lo que llevaba de mañana, algo muy habitual en este tipo de pesca. Llegando a unas pequeñas reculas veo algo de actividad. Eran barbos. Tras unos lances consigo un par de buenas capturas.
Así se fue desarrollando la jornada que ya tomaba forma.
Con el paso de las horas, voy sintiendo el impulso de ponerme una meta física. Algo me decía que debía llegar a una zona, todavía lejana, en la que me daría media vuelta, aun sabiendo que el regreso desde allí supone una tremenda paliza. Pero una corazonada me impulsaba a llegar hasta allí.
Tras un par de horas voy llegando al lugar que me propuse. Por el camino un barbo más. Qué bonitos son los gitanos…
Seguía con mi relajación y disfrute, viendo pasar las horas sin pararme a descansar y a buen ritmo. Todo fluía con naturalidad hasta que una imagen dio un vuelco a mi estado de ánimo y relajación…
A pesar de ser este un embalse de aguas cristalinas, bordeando una recula muy somera veo que el agua está anormalmente turbia. Miré el fango de la orilla y busqué huellas de ciervos o jabalís, que frecuentemente se pegan unos buenos baños por estas latitudes y en esta época, pero ni rastro de pezuñas marcadas en la orilla… Lo que removía el agua no provenía de tierra firme. El corazón se me comenzó a acelerar y decido remontar la ladera unos metros para tener una visión más aérea de la zona. Era increíble lo que vi: una franja de fondo removido de unos 50 metros de izquierda a derecha y que penetraba en el embalse unos 20 metros. Son unos cuantos años ya buscando peces, viviendo e imaginando circunstancias y jamás había visto nada parecido a lo que tenía ante mí. Pensé que sería un cardumen de barbos batiendo el fondo, todos a la vez, hasta el momento lo más parecido que había visto en otras ocasiones, pero no lo tenía claro. Mientras buscaba una explicación a aquello, de repente se desveló parte del misterio… La suerte quiso que justo delante de mí un enorme lomo, entre pardusco y dorado, emergiera a escasos centímetros de orilla. Me siento cada vez tenso, las manos empiezan a temblar un poco, la imaginación me juega una mala pasada y empieza a volar y para rematar la faena llevo una mosca incompatible para las carpas… Argggg¡¡¡¡
Me agacho muy despacio hasta ponerme de cuclillas y así cambiar la mosca. Aprovecho para quitarme la mochila y pasar un poco más desapercibido reduciendo mi silueta y acercarme de la forma más discreta posible. El pez parecía de los más grandes que jamás había visto en mi tierra (en el Ebro y el Guadiana las he visto mayores sin duda, pero algo así en Andalucía… ni de lejos) Con el petate en el suelo decido apartar la vista de nuevo para mirar al suelo y hacer varias inspiraciones profundas. Estaba muy tenso y eso no es bueno. Dejé pasar unos segundos mientras expiraba e inspiraba, ya un poco más tranquilo, levanto la cabeza y vuelvo a ver el pez en el mismo sitio. Todo estaba donde y como tenía que estar. Mi equipo era perfecto. Caña Redington Voyant del #9 con carrete Redington Rise #9-10 armado con dos backings, bajo bastante largo y un tippet nuevo y sin roces. Sólo quedaba lanzar y cruzar los dedos. Cargo y a la primera poso la mosca un par de metros más allá del pez. Recupero línea muy despacio, moviendo suavemente la mano izquierda, con la espalda arqueada y la mirada fijada en mi objetivo, que no era otro que hacer navegar la mosca hasta el campo visual de aquel enorme animal. Por su tamaño era evidente que sería una carpa con una enorme experiencia y desconfianza. Respiro profundamente, recupero línea y consigo llevar la mosca donde quería, justo a los morros del pez. Espero la reacción mientras alucino al comparar el tamaño de su boca con el de la mosca… No consigo que reaccione... Repito la secuencia de la misma forma un par de veces. Vuelvo a esperar… A pesar de estar muy cerca del pez me costaba un poco ubicar la imitación por la turbidez del agua. Espero unos segundos y no hay respuesta del animal… se me acaban las opciones. Fue pensarlo y sí, en uno de los lances rozo con el bajo su lomo y desato toda su desconfianza, retrocediendo un metro en actitud de alerta, para luego girar 180 grados y marcharse. Mientras se alejaba iba dejando una desmesurada estela en el embalse. Indudablemente era un pez que multiplicaba por mucho el tamaño máximo de los que se suelen ver en la zona. No me lo podía creer. Otra vez estuve a punto de conseguir una carpa enorme con todo a mi favor y otra vez perdí la oportunidad. Por eso son tan difíciles estos peces en Andalucía. Hay muy muy pocos y los que hay son extremadamente resabiados. Lo asumía con naturalidad, como en otras ocasiones, pero con peces no tan grandes.
Enderezo mi espalda, miro al cielo y respiro profundamente. Por Dios… qué experiencia acababa de vivir.
Estaba recuperando el resuello cuando veo a mi izquierda que algo se mueve en el agua nuevamente. Estaba confuso pero parecía otro gran pez¡¡¡ Con el sinsabor del anterior lance fallido decido acercarme. Camino como una garza hacia esta nueva aparición casi irreal. Mientras lo hacía me doy cuenta de que este pez era mayor aun que el anterior. La enorme nube de lodo la estaban provocando dos carpones de impresión. Esto sí que era algo extraordinario. Conseguí acercarme pero no tanto como al anterior. El animal parecía haberse dado cuenta de mi presencia y se levantó un poco del fondo, momento en que aprecio sus verdaderas dimensiones que podían acercarse al metro de longitud. No puedo describir la sensación que sentí, después de toda una vida lanzando a miles de carpas y de repente me encuentro delante de la mayor de todas. Estaba soñando despierto. No podía lanzarle pues parecía que me estaba viendo claramente. Permanecí estático unos segundos hasta que el pez comenzó a girarse, tal y como hizo el anterior antes de irse. Tenía solo una oportunidad. Lancé pasado unos metros de su posición y anticipando su trayectoria. Esperé a que se colocara perpendicular a la línea, momento que aproveché para recoger rápidamente y colocarle la mosca en la misma boca. Salió perfecto. Paro, espero y veo claramente como la carpa acelera hacia la mosca que se hundía lentamente y la engulle. Es una imagen que jamás voy a olvidar. Solo quedaba tirar un poco de la caña y prepararme para la que prometía ser una de las más tremendas peleas que he tenido jamás. Al sentir en anzuelo la enorme carpa comienza a alejarse un palmo por debajo de la superficie, dejando una impresionante estela, como la anterior en su huida. Comenzó a salir línea a velocidad constante. Empiezo a regular el freno, apretándolo poco a poco hasta casi llegar al límite de resistencia del tippet (Seaguar de 0,26) Veo que el animal ni se inmuta ante la ridícula resistencia de mi equipo y sigue sacando línea sin cesar. Decido arriesgar un pelín más para ver si consigo desgastar un poco al pez mientras saca metros y metros de línea, pero ni por esas… De repente veo salir el empalme entre el primer backing y el segundo, algo que acojona cuando lo ves alejarse por el aire. Cuando calculo que tengo unos 150 metros de línea fuera del agua el animal se detiene de golpe y sube a la superficie, donde comienza a dar cabezazos que aprecio desde la distancia. La situación era preocupante. No sería la primera vez que una carpa me vacía un carrete y acaba rompiendo… No se había cansado lo suficiente y casi no me quedaba backing. Empiezo a bombear poco a poco y recupero algo de línea. Me costaba la misma vida mover al pez incluso cuando no aleteaba. Con este tira y afloja estuvimos un buen rato, no se cuanto pues en estos momentos de máxima concentración y descarga de adrenalina se pierde la noción del tiempo, pero calc
ulo que una media hora, después de la cual consigo acercar al pez a la orilla, como a unos diez metros. Ahí empezó otro problema. El pez sentía que se quedaba sin agua y no había manera de acercarlo más. Desplegué mi sacadera (de grandes dimensiones) y comencé a vadear, acercándome todo lo posible al pez. En uno de los coletazos vi con detalle el tamaño del animal, algo que me dejó impresionado. La cola era enorme, el grosor de su lomo desproporcionado, su boca descomunal… No tenía claro si entraría en la sacadera… Con el agua por el pecho y tras una pelea histórica consigo meter medio cuerpo de la enorme carpa en el salabre, que quedó exiguo ante tan imponente animal. De no haber llevado este artilugio hubiera prolongado la pelea muchísimo tiempo y es que asir con una mano un pez así es tremendamente difícil y no soy de meter los dedos en los opérculos de ningún pez. Salí del agua con mucho cuidado, consciente del tesoro que portaba. Un ejempla de muchos años, que había sobrevivido a mil batallas y mil vicisitudes. No sería esta su última aventura… Dejé al pez en el agua un buen rato en un saco de retención especial para estas ocasiones, sin presionarlo ni tocarlo, con el menor estrés posible. Me senté en la orilla a recuperar el aliento y pellizcarme para ser consciente de lo que acababa de vivir. Después preparé el equipo de fotografía que situé dentro del agua, junto al pez, que ya mostraba signos de haberse recuperado… ¡¡¡fantástico!!! Todo fue rápido. Tras unas instantáneas solté a esta enorme carpa, sana y salva. Qué emoción…
Me inundaba una sensación imposible de describir.
Todo ocurrió en medio de un lugar perdido, muy lejos de todo. Aquél pez y yo, solos en plena naturaleza. El día, desde su principio hasta su fin, fue un trance en sí mismo. El lance comenzó cuando sonó el despertador en casa y terminó un par de días después. Eso habrá quien lo entienda y quien no.
Muchas veces pienso en aquella carpa y en qué lugar estará en este momento. A cuanta profundidad y qué estará haciendo. Quién sabe si más adelante nos volveremos a encontrar. Cada día que pasa siento más respeto por estos peces, maltratados en muchos casos, y que son un ejemplo de nobleza de la naturaleza actual. Siento un poco de miedo que responde precisamente a ese respeto que crece cada día hacia los peces y es que a veces pienso que la mejor forma de respetarlos sería dejar de pescarlos. Pero dejar de pescarlos significaría dejar de tocarlos y sentirlos de esa forma y de momento no soy lo suficientemente valiente como para renunciar a ello. Soy débil y de momento seguiré pescando de la forma más delicada posible, atendiendo a la vez a ese instinto primitivo que creo que nunca deberíamos perder. No podemos obviar nuestros orígenes, eso sí, adaptándonos a un presente que nos permite vivir experiencias como la que os acabo de contar sin acabar con la vida de ningún pez…
Eso es lo que os puedo decir de lo que fue la captura de la mayor carpa que jamás he pescado y además en mi tierra andaluza.